Hay temas que para muchos
son una especie de tabú, un misterio hosco y sombrío sobre el que no resulta
demasiado atractivo indagar, quizás por temor a que la tenebrosidad del aura
que lo representa los envuelva, y los proyecte tanto como para hacerlos formar
parte de él.
La muerte es uno de
ellos.
No creo que nadie esté
preparado para ella, y mucho menos que la desee, pero lo que sí es verdad es
que hay diferentes maneras de afrontarla, de hablar de ella, de establecer
referencias o sobrellevarla, y que hay quienes la convierten en una excusa para
la creación, para el arte, y saben rodearla de marcos maravillosos.
Tal es el caso de los mil quinientos columbarios ubicados como joyas esparcidas en el interior de la magnífica Basílica Menor de San Juan, en el centro de la ciudad de Oviedo; un templo neorrománico de gran belleza artística, construido entre los años 1912 y 1915.
Poco conocía yo de este
asombroso templo, hasta que el diseñador y artesano, Carlos García Ángeles, ante
la visión de estos nichos transmutados en elementos decorativos de lujo, mimetizados
con vitrales de estilo gótico, columnas y esculturas, me recordó durante su
visita, y me envió estas fotos, seguro de que yo sabría apreciarlas.
Sin duda alguna las he
apreciado mucho, querido amigo, halagada por tu evocación y agradecida de que
compartieras estas exquisitas imágenes conmigo, tan llenas de historia como de cariño,
que nos han valido esta ráfaga de curiosidad hacia este sitio extraordinario, al
amparo de los fascinantes escenarios que exhibe el norte de España, a través de
una de sus riquezas patrimoniales en el Principado de Asturias.
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